12/2/10

Adiós (Carilda Oliver, cubana)

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Adiós, locura de mis treinta años,
besado en julio bajo la luna llena
al tiempo de la herida y la azucena.
Adiós, mi venda de taparme daños.

Adiós, mi excusa, mi desorden bello,
mi alarma tierna, mi ignorante fruta:
estrella transitoria que se enluta,
esperanza de todo por mi cuello.

Adiós, muchacho de la cita corta;
adiós, pequeña ayuda de mi aorta,
tristísimo juguete violentado.

Adiós, verde placer, falso delito;
adiós, sin una queja, sin un grito.
Adiós, mi sueño nunca abandonado.

4/2/10

Otra de Oscar (¡ja, ja, ja!)

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Mi vecinito Oscar (ya tiene ocho años) tenía una tarea atrasada: dibujar la bandera dominicana. Y allí estábamos, cartulinas y lápices de colores en manos, tirados en el piso de mi habitación mientras Joshua (mi sobrinito, 4 años) miraba muñequitos. En un extremo de la cartulina le aconsejamos a Oscar colocar su nombre y curso bien claritos, para que la profe viera que esa bandera hermosa la había hecho él y no otro, pero Oscar no recordaba sus apellidos. Ninguno: ni el primero ni el segundo. Denís (mi hermana) para animarlo le dice que Joshua es más chiquito y se los sabe de memoria, y para muestra le pide a Joshua que se los diga y venga, que Joshua recitó sus dos nombres y dos apellidos perfectamente perfecto y Denís le dice a Oscar que así debía hacerlo él y con más fe, porque era mayor. Y ¿saben lo que Oscar respondió?
--Yo no me acuerdo de mis apellidos porque tengo mucho que no los digo.

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3/2/10

A ti (criolla de Arturo Pellerano Castro)

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Yo quisiera, mi vida, ser burro,
ser burro de carga,
y llevarte, en mi lomo, a la fuente,
en busca del agua,
con que riega tu madre el conuco,
con que tú, mi trigueña, te bañas.

Yo quisiera, mi vida, ser burro,
ser burro de carga,
y llevar, al mercado, tus frutos,
y traer, para ti, dentro el árgana,
el vestido que ciña tu cuerpo,
el pañuelo que cubra tu espalda,
el rosario de cuentas de vidrio
con Cristo de plata,
que cual rojo collar de cerezas
rodee tu garganta...
Yo quisiera, mi vida, ser burro,
ser burro de carga...


Desde el día que en el cierre del monte
cogida la falda,
el arroyo al cruzar, me dijiste
sonriendo: ¿me pasas...?

y tus brazos ciñeron mi cuello,
y al pasarte sentí muchas ganas,
de que fuera muy ancho el arroyo,
de que fueran muy hondas sus aguas...
desde el día que te cuento, trigueña,
¡yo quisiera ser burro de carga!


Y llevarte, en mi lomo, a la fuente,
y contigo cruzar la cañada,
y sentirme arrear por ti misma,
cuando, a vuelta del pueblo, te traiga,
el vestido que ciña tu cuerpo,
el pañuelo que cubra tu espalda,
el rosario de cuentas de vidrio,
con Cristo de plata,
que cual rojo collar de cerezas
rodee tu garganta...

Yo quisiera, mi vida, ser burro,
¡ser burro de carga!