17/2/11

Leer y pensar (1)

"... muchas personas sólo leen para no tener que pensar."

Uy. La frase es del novelista y ensayista francés André Maurois (1885-1967). Yo no sé si es bueno o malo eso, preferir leer para no pensar. Me gusta interpretarlo de otro modo: si muchos leemos para no pensar (claro que estoy en ese grupo, ejem) y los escritores nos hacen el favor de llenar nuestras cabezas con sus creaciones (incluidos sus complejos e incomprensiones personales), ¿aceptarían ellos, los escritores, pagar las consecuencias de los posibles trastornos y enfermedades que nos podrían causar –y que de hecho nos causan, vaya– sus escritos? ¿Aceptarían pagar una indemnización a nuestro favor si no nos gustan sus finales, si nos enamoramos de un personaje que muere al final de la trama o si discrepamos de las concepciones que pusieron dentro nuestro? 
Lo pensarían dos veces antes de publicar, los pobres. Las secuelas, buenas y malas, preferiblemente malas para el caso que nos ocupa, serán el resultado de una lectura fácilmente comprobable (recuerden que para eso leemos, para no pensar) y por tanto (seamos más crueles) resultaría sencillo dar con el “culpable intelectual” de los padecimientos de la víctima, es decir, del lector.
Quienes la llevarían peor son los autores de relatos. Mientras más breve el relato, mayor la indemnización, por haber provocado el desorden emocional más rápido, a veces con una mísera palabra o frase. La muerte por relatos sería como recibir un tiro o un ataque cardíaco; mientras que la muerte causada por novelas podría ser comparada con envenenamiento o con el padecimiento de algún tipo de cáncer de esos que se toman su tiempo para matar. La poesía, por tratarse de un género cuya lectura y asimilación dependen del humor de las hormonas y sus efectos varían según el tono y el cansancio con que se lea, gozaría de alguna especie de amnistía. Los demás géneros, habría que ver.
Yo demandaría a muchos autores. A muchísimos. Comenzaría con el autor (dicen que Eduardo Barrios) de uno de los primeros libros que me hizo llorar, que leí en la adolescencia y que jamás he vuelto a ver en librería y biblioteca alguna: El niño que enloqueció de amor…

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