22/12/13

Pedro Antonio Valdez y una batalla muy peculiar

El escritor dominicano recrea en “Dromedáriux: la batalla del armario” una historia fantástica que desafía la imaginación del lector infantil.  

Yaniris López
yaniris.lopez@listindiario.com
Santo Domingo

El mundo como lo conocemos está en peligro. Los objetos guardados en los armarios de la casa de Dromedario se sienten ofendidos por el destino final que le dio el hombre a su materia prima y han decidido vengarse. ¿Quién podrá defender el universo? Prepárense para ser parte de un encuentro galáctico, de una contienda jamás imaginada, de la gran batalla entre el Caballero de la Caja de Plata y el Ejército de los Armarios.
Con una larga lista de títulos exitosos que incluyen relatos, novelas y obras de teatro -casi todos premiados-, el escritor dominicano Pedro Antonio Valdez (La Vega, 1968) se inicia en la producción de literatura infantil y juvenil con “Dromedáriux: la batalla del armario”, el libro que le mereció el V Premio de Literatura Infantil El Barco de Vapor Dominicano 2013.
Dromedario, un chico que se considera inteligente pero que detesta hacer las tareas, es castigado durante las vacaciones de verano sin un día de playa junto a su madre y hermana. Debe quedarse en casa, vigilado por la tía Lola. Así que, a falta de auténtica acción, él la crea. ¿O fue provocado?
¿Por qué se rebelan y lo atacan el gato de su hermana, la bota que formó parte de la piel de un cocodrilo, la maleta hecha con el cuero de una mansa vaca, la correa que dice fue una orgullosa boa constrictor admirada y respetada en la selva?
Dromedáriux tiene que defenderse. Con la ayuda de la princesa Natalya y el poder de la Caja de Plata, debe crear su propio ejército de “transformers” y defender el mundo. ¿Quién ganará la batalla?
La bitácora a dos tiempos de Dromedario –el real y el ‘verdadero’- no es lo que el lector prejuiciado con la literatura infantil se imagina. Es la narración, a la velocidad de un rayo y con una destreza que atrapa, de una batalla que tiene mucho de cine, del mundo de los ‘muñequitos’, de escenas que una vez finalizadas ponen a cien la imaginación infantil y convierten cualquier espacio en un cuartel o en una nave nodriza y cualquier artefacto en una bola de fuego, en una montaña cuadrada, en un equipo transmisor…
En todo lo que la febril imaginación de Valdez ha demostrado que puede hacer con las palabras.


Ping-pong a Pedro

Hay mucho de TV en Dromedáriux... ¿te inspiraste en algún personaje o en alguna serie de ‘muñequitos’ para escribir la historia? ¿O te había hecho ilusión desde siempre crear este tipo de historias fantásticas?

El mundo de la TV, sobre todo el animé y los dibujos animados, debía estar presente en esta historia, porque esa estética está muy presente en la formación de los niños y niñas desde hace un tiempo. En general, la imaginería de los dibujos animados siempre ha estado presente en mi forma de contar las historias. Esa historia la tenía pendiente, en el tintero de la imaginación, desde hace mucho tiempo, hasta que al fin me decidí a escribirla.

¿Cuánto te costó convertir a un chico tan travieso en un héroe de la creatividad y la invención?
No mucho. Simplemente estar a su lado en su forma de ser.

Te inicias con esta obra en la publicación de literatura infantil y juvenil, ¿es la primera que escribes o tienes otras historias infantojuveniles guardadas por ahí?
Siempre he tenido presente escribir para niños. En la década de los noventa escribí una obra de teatro infantil; y en una época escribí poesía y cuentos infantiles.

¿Cómo ves la literatura infantil en RD? ¿Qué piensas del contraste entre historias de fantasía (como esta) que ponen a reflexionar al niño lector de forma divertida y aquellas historias de claro perfil moral que, pese a sus buenas intenciones, terminan aburriendo a los pequeños…?
Aquí tenemos buenos escritores de literatura infantil, sobre todo de poesía y cuento, en la capital y en las provincias. Creo que la literatura infantil debe ser parte del juego de la niñez. Sabemos que los niños y niñas juegan para aprender, y la literatura debe sumarse a este proceso. Lo primero, si tengo que plantear un orden, es que los lectores se diviertan; lo segundo, muy cerquita de lo primero, es que aprendan algo.

La historia sugiere un fin que no es fin, ¿viene una serie de Dromedáriux?
Sí, Dromedáriux es una serie. El chico se seguirá metiendo en problemas porque los niños, como sabemos, son inagotables.

(+) Otros libros del autor
Pedro Antonio Valdez ha publicado, entre otros títulos: “Papeles de Astarot” (1992), “Última flor del naufragio” (1995), “Paradise” (1998), “Bachata del ángel caído” (1999), “Naturaleza muerta” (2000), “La rosa y el sudario” (2001), “Narraciones apócrifas” (2005), “Carnaval de Sodoma” (2002, llevada al cine por el director mexicano Arturo Ripstein), “Palomos” (2010), “Mitología de bolsillo” (2011) y “La Salamandra” (2012).

19/12/13

Un poema hiriente de Oliverio Girondo

Que los ruidos te perforen los dientes,
como una lima de dentista,
y la memoria se te llene de herrumbre,
de olores descompuestos y de palabras rotas.
Que te crezca, en cada uno de los poros,
una pata de araña;
que sólo puedas alimentarte de barajas usadas
y que el sueño te reduzca, como una aplanadora,
al espesor de tu retrato.
Que al salir a la calle,
hasta los faroles te corran a patadas;
que un fanatismo irresistible te obligue a prosternarte
ante los tachos de basura
y que todos los habitantes de la ciudad
te confundan con un madero.
Que cuando quieras decir: "Mi amor",
digas: "Pescado frito";
que tus manos intenten estrangularte a cada rato,
y que en vez de tirar el cigarrillo,
seas tú el que te arrojes en las salivaderas.
Que tu mujer te engañe hasta con los buzones;
que al acostarse junto a ti,
se metamorfosee en sanguijuela,
y que después de parir un cuervo,
alumbre una llave inglesa.
Que tu familia se divierta en deformarte el esqueleto,
para que los espejos, al mirarte,
se suiciden de repugnancia;
que tu único entretenimiento consista en instalarte
en la sala de espera de los dentistas,
disfrazado de cocodrilo,
y que te enamores, tan locamente,
de una caja de hierro,
que no puedas dejar, ni por un solo instante,
de lamerle la cerradura.

18/12/13

Dice David Copperfield...

Hay momentos, todo el mundo pasa por ellos, en que lo que decimos o hacemos creemos haberlo hecho y dicho ya en una época muy lejana y lo recordamos como si hubiéramos estado hace siglos rodeados de las mismas personas, de los mismos objetos, de los mismos incidentes; y sabemos perfectamente de antemano lo que nos van a decir después, como si nos volviese la memoria de pronto.

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Charles Dickens, 1850

29/11/13

“El mundo”, un microrrelato de Juan José Arreola

Dios todavía no ha creado el mundo; sólo está imaginándolo, como entre sueños. Por eso el mundo es perfecto, pero confuso.


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“Minificción Mexicana”
de Lauro Zavala

23/11/13

Una relación de amor y odio

Así describe el artista visual Edward Tellería su vínculo con el arte. Y no solo el suyo. En esta entrevista nos cuenta por qué se ha convertido en un crítico de la plástica dominicana.
                  
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Yaniris López
yaniris.lopez@listindiario.com 
Santo Domingo
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La relación de amor y odio que mantiene Edward Tellería con el arte abarca muchos ángulos, algunos bastante controvertidos.
Radicado en Boston desde 2007, el artista visual dominicano visitó Santo Domingo para participar con sus obras en la feria “Viva el Arte/Fundacción, 2013”, que se celebrará el próximo martes 26, y aprovechó para conversar con LISTÍN DIARIO sobre su obra y sobre la ¿decadencia? del arte dominicano.
Tellería es egresado de la Escuela Nacional de Bellas Artes, donde realizó estudios entre 1989 y 1996.
En “Viva el Arte”, el público podrá adquirir y observar parte de su obra pictórica trabajada a partir de 2011, un conjunto visual que le ha merecido el elogio del público: sus caballos desbocados, sus músicos coloridos, sus rosas amontonadas y sus inconfundibles miradas monocromáticas sin fondo, sin iris...
Claro que sus rosas ya no tienen los colores cálidos, tropicales que inspiraron sus primeras pinceladas. Ahora son más grises, más plata, explica Tellería. ¿Por qué el cambio? Porque el ambiente que lo rodea en Boston tiene menos colores y porque Tellería cree mucho “en  lo calmado, en lo tranquilo”.
“Uno lleva una vida muy ajetreada. Necesitas paz, calma y disfrutar lo que haces. Entonces yo pinto para mí, y al pintar para mí los demás van a entender lo que estoy haciendo.  A veces me olvido del público. Antes pintaba pensando en el público y ahí hay un error, porque cuando entras a la academia pintas para los profesores y para agradar a los demás estudiantes. Es una especie de competencia”.
Es la época, dice Tellería, cuando el artista pinta lo que le ordenan (especialmente paisajes y bodegones), cuando trata de copiar a los impresionistas, buscar un estilo propio, encajar en un estilo y llegar como artista a un nivel.
¿A cuál nivel? No sabe, porque para Tellería, la decadencia que según él vive el arte dominicano se debe en parte a ese afán de encasillar al artista en determinadas tendencias.

“Que si es moderno, que si no es moderno, que si es comercial, que si no lo es. Todo eso pasa en el arte dominicano y por eso es que internacionalmente no estamos en ningún sitio, porque se quiere entrar al arte internacional haciendo lo que hacen los pintores internacionales. Y resulta que los pintores internaciones tienen éxito porque hacen lo que quieren hacer, no porque copian lo que hacen los otros pintores”.
Es algo que se repite en la música, en la literatura, en las manifestaciones artísticas en general, opina.
“Quieren hacer un arte universal y eso no existe”.

Pocas referencias
Tellería no cree en la teoría de que si la obra no tiene un perfil internacional no va a tener éxito.
“Hay público para todo. Hace un tiempo, en una charla que impartí sobre ‘Arte y comercio internacional en RD’, explicaba que aquí hay artistas considerados maestros de la media isla que se llaman maestros porque así los etiquetaron los críticos y los galeristas, solo por eso”.
Sin embargo, dice que muchos artistas jóvenes no encuentran apoyo fuera del país porque no hay referencias de peso que les sirvan para abrir las puertas. Y al decirlo no teme a las críticas, asegura, por el siguiente motivo: “El que compra tu obra es el que aprecia tu trabajo. El galerista nunca te compra una obra, el galerista pone a vender la obra; el crítico no te compra una obra, te pide obras para criticar, o te pide dinero, y si no pagas, ¿qué te va a criticar?”
¿De qué forma perjudica esto al arte?, le preguntó LISTÍN DIARIO.
“Mira dónde estamos -responde- somos un país de primacías, tenemos lo primero de todo (en América) y no tenemos un artista reconocido internacionalmente. Me dirán Jaime Colson y otros, pero no es así. Ahora mismo no hay, que me digan uno”.
Esta afirmación, por supuesto, también le toca a él, a Tellería. ¿No es una forma de escupir hacia arriba, de clavarse también el cuchillo?
“Sí, pero es que no tengo de dónde aferrarme. ¿Quién nos abre las puertas fuera de este país? ¿Quién nos ayuda? No nos ayudan porque no hay un arte que se promueva fuera del país. Esto es un negocio”.
Poco le importa que lo condenen por esta declaración porque, dice: quienes critican esto “no compran obras, no me patrocinan, no me venden una obra, no les interesa comprar ni vender”.

Más tonos grises
El cambio en los colores de su paleta se debe también, apunta Tellería, a que ha comenzado a entender y a disfrutar el minimalismo.
“Con el ajetreo del día a día, cuando llegas a un espacio lo que quieres es relajarte. La tecnología, la fotografía están haciendo parte del trabajo del artista. Lo que te queda es disfrutar lo que haces, una obra personal a la que poco a poco vas quitando pinceladas”.  ¿Qué no quitaría nunca de su trabajo? “Los ojos. Nunca quitaría las miradas”, afirma. Es algo que le ha seducido desde joven.
Esa prisa de la que habla Tellería explica la presencia de los caballos en su obra.  Estos aparecieron cuando el artista llegó a EE. UU. en 2007. Tenía planeado hacer una exposición en Provincetown y en ella no figuraban estos animales.
“Me quedé allí trabajando por varias semanas, viendo el corre-corre de la gente. Pensé en caballos con ojos azules, verdes y me dije ‘son caballos norteamericanos’. Sus caballos, sigue, simbolizan a las personas que siempre van hacia una meta, que corren aunque ya tengan todo lo que han ambicionado en la vida; que cumplieron sus metas y siguen corriendo. ¿Para dónde van?  “A algunos caballos les pongo esas flores que parecen ‘flores de muertos”, porque parece que su meta final es la muerte”.

“El arte sí es comercial”
Tellería, el chico que caminaba a pie desde su casa, en Los Mina, hasta la Escuela Nacional de Bellas Artes en la Zona Colonial; el que robaba la pintura de sus compañeros para poder pintar, confiesa que vive al ritmo mágico de la vida forjando  una carrera de tiempo, de trabajo y de inversión.
No está de acuerdo con las quejas que insinúan que en el país no hay mercado para el arte o que en el país el público no consume arte.
“Hay demasiado arte en República Dominicana. Hay tres ferias importantes de arte para un país pobre. Si la gente adquiere arte o no depende de su bolsillo y de si le gusta el arte. El arte no es una necesidad. No se puede obligar a la población a comprar arte”, opina.
De todos modos, explica, hace falta romper el mito de que el arte no es comercial.
“Yo soy un artista comercial, porque pinto y se vende. No tengo un almacén para mis cuadros. El que pinta, ¿qué hace con las obras?, ¿se las come? Yo pinto por placer, para mí, y la gente lo compra”.
Tellería se ensaña con el arte plástico pese a que las críticas también le tocan a él.
“Es una cosa de amor y odio. Hay quienes me dicen que la ventaja mía es que salí de Santo Domingo, porque en el país llegas a un punto y topas, de ahí no coges ni para arriba ni para abajo, te mueves horizontalmente”.
Y agrega: “Algunos pintores somos artistas de paredes, pintamos para que nos coloquen, no para que nos guarden en un almacén. Mi obra no está hecha para ser guardada en un almacén, como una chequera. Es para que la pongas en las paredes y la puedas disfrutar. Mucha gente compra obras y las almacena porque dice ‘este es mi mercado, mi ahorro. No es para eso el arte”.

La feria
En la feria “Viva el Arte/Fundacción, 2013”, que tendrá lugar el 26 de noviembre en el Club Libanés-Sirio-Palestino de Santo Domingo, el público podrá adquirir las obras de 25 artistas dominicanos (dos residentes en el extranjero), y obras del fallecido pintor puertorriqueño Andy Bueso.
El evento, organizado por la Fundación Acción por el Futuro, reconocerá a Guillo Pérez porque “él y su obra constituyen un punto luminoso en la historia del arte nacional del siglo XX”.
Ignacio Nova, presidente de la fundación, dice que la actividad brinda al público la oportunidad de adquirir obras de arte “directamente de los artistas y de acreditadas galerías de arte, minimizando el riesgo de plagio y fraude, de encarecimiento o intermediaciones escasamente profesionales, partiendo de las preferencias y gustos propios y comparando las propuestas”.

16/11/13

Adiós a la XXVII Bienal Nacional de Artes Visuales

Manaña domingo concluye la XXVII Bienal Nacional de Artes Visuales. A partir del lunes los artistas plásticos empezarán a desmantelar el Museo de Arte Moderno (MAM). Nos quedan las controversias, los berrinches de algunos artistas y, por supuesto, las fotos. Acá un montón de ellas. Tienen licencia para despotricarlas. Pero recuerden, antes de "descricajar", que el arte es subjetivo.
La primera, de Wander Matos, es mi favorita.

"Indigentes en la orilla del Ozama". Wander Matos
"Mi patrimonio cultural". Moisés Pellerano
"Bajo las sombras", una linda instalación de Percio Checo.
"Origen". Álvaro Cabral
"Deforestación de la jungla a la botánica" (dibujo, acrílico y lápiz sobre tela). Ángel Urrely
"La casa de piedras". Ariadna Canaán
"Cápsula del tiempo" (mixta, tela). Carlos Estrada
"Ama-re" (vestido hecho con retazos). Citlally Miranda
"Los honorables", instalación presentada por el colectivo La banda de los frenos.
Obras de Domingo Liz, artista visual a quien estuvo dedicada la XXVII Bienal Nacional de Artes Visuales
"Personas de carnaval". Los personajes posaron voluntaria y espontáneamente para el lente de Erika Santelices.
"Aproximación de ultramar" (fotos y plexiglás). Instalación de Fausto Ortiz
"Perturbación". Fermín Ceballos
"El último golpe". Guadalupe Casasnovas y Victoria Thomen
"Sans sapiens" (instalación, yeso). Ilka Marra e Ian Ramírez
"Velorio sistémico". Johnny Bonelly. Sí, son cajas de monitores.
Con su performance "Satisfecha" y el vídeo "Metonimia", Joiri Minaya ganó el Gran Premio
.
"Pájaro". Escultura/modelado de Jonnathan Sánchez. Miren bien la segunda imagen.
"Afro-fight", de Jorge Pineda, uno de los artistas invitados de la Bienal.
"Trazado para una frontera líquida II" (acrílica/tela). José Pelletier
"Serie Bien-estando 1". Julianny Ariza
"Serie Bien-estando 2". Julianny Ariza
"Segundos antes de morir" (mixta, tela). Julio Hernández
"Moderno tropical" (instalación) de Laura Castillo y Engel Leonardo.
"Arte de nadar/ADN" (instalación). Lidia León Cabral
"Al verlas voy sin miedo", de Limber Vilorio. Obra hecha con casquillos de balas.
La favorita del público: "Cibercity 3001", de Luis Arias. En las fotos de arriba: cómo se ve la instalación apagada y encendida.
"Palomios 1, 2, 3". Miguel Cruz
"Insidioso/Devious" (instalación, metal y cuchillos). Obra de Mónica Pagés inspirada en la muerte de su mejor amigo: José Rafael Llenas Aybar.
"Atlántica" (ensamblaje/cámaras de neumáticos). Miguel Ramírez
"Memoria de un colapso" (sobre el terremoto de Haití). Orlando Barría
"Bandera compartida". Francisco (Pancho) Rodríguez.
"Palabras invisibles". Pascal Meccariello. Una obra especial dedicada a personas no videntes.
"Vibraciones bajas" (instalación). Patricia Castillo

26/10/13

José Ovejero: «No es verdad que sea fácil publicar»

El escritor español, autor de «China para hipocondríacos» y ganador del premio Alfaguara 2013 por «La invención del amor», cree que el panorama literario está cambiando. ¿De qué forma? 

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Yaniris López
Santo Domingo
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José Ovejero estuvo por primera vez en Santo Domingo. Fue uno de los escritores extranjeros que este año engalanaron los pabellones, aceras y auditorios de la Feria del Libro.
Referencia entre los viajeros por su «China para hipocondríacos», el ganador del Premio Alfaguara de Novela 2013* por «La invención del amor» apartó unos largos minutos de la agenda «feriera» y conversó con LISTÍN DIARIO, entre muchas cosas, sobre sus inicios en la literatura, los libros caníbales, los ‘best seller’ y de cómo el panorama literario está cambiando.

Yalo: Dices en «Qué raros son los hombres» que «es difícil conversar con alguien sobre cuyos orígenes no puedes indagar». ¿Cómo fueron los tuyos en la literatura? Comenzaste a publicar a los 35, lo que muchos considerarían «algo tarde».
Ovejero: En realidad publico tarde pero escribo temprano. Llevaba muchos años escribiendo pero no vivía en España, no tenía ningún contacto con el mundo cultural ni periodístico ni nada por el estilo. Además, vengo de una familia obrera, no vengo de un medio ligado a la cultura. Pero yo quería ser escritor ya de niño. Aunque no venía de un mundo cultural de niño leía y escribía mucho. Escribía, iba escribiendo, lo guardaba en un cajón y de vez en cuando se lo enviaba a un editor que ni me respondía. Y ya está. Pasé muchos años escribiendo sin publicar una sola línea.

De eso que escribías entonces, ¿cuánto se quedó en el cajón?
Muchísimas cosas las destruí, ni siquiera quedaron en los cajones. Algunas sí quedaron y lo que luego publiqué creo que lo escribí alrededor de los 30, una cosa así.

Las alertas sobre el futuro de la literatura son muy pesimistas: que si atraviesa por una crisis, que si algunos géneros desaparecerán, que si hacen falta buenos títulos y nombres de referencia que la rescaten, ¿lo crees así?
Esos mensajes apocalípticos en general no me parecen que estén justificados. No se lee menos que hace 20 años, se lee más. De hecho, bastante más en prácticamente todo el mundo. Lo que sí está sucediendo es que cada vez se leen menos títulos. Es decir, el mercado está cada vez más concentrado en cuatro o cinco ‘best sellers’, que es lo que lee todo el mundo, y es mucho más difícil que la gente lea, que la gente llegue a esos libros que no están entre esos ‘best sellers’. Pero momentos así ha habido siempre. Y no es verdad que sea fácil publicar. Intenta ahora como autor joven en España… Lo tienes difícil, no es nada fácil publicar. Sigue habiendo, además, pequeñas editoriales con un programa independiente y cada vez con mayores posibilidades de difundirse en la red. O sea, lo que creo que sucede es que estamos en un momento de cambio, y en los momentos de cambio la gente se pone apocalíptica porque se está destruyendo el mundo que conocía y lo confunde con la destrucción del mundo, y no, no es el mundo, no es todo, es lo que tú conocías, lo que apreciabas lo que está desapareciendo. Está cambiando el panorama literario, a muchas editoriales les va a afectar negativamente -y les está afectando-, pero estoy seguro de que van a surgir otras posibilidades que ahora no vemos.

Y ante este panorama y esas percepciones apocalípticas, ¿cuál es el reto que tienen por delante los escritores?
Escribir bien sean cuales sean las condiciones, sean cuales sean los canales de distribución. Lo fundamental es hacer arte, un arte serio, y ya encontrarás la manera de dar a conocer todo aquello. Y hay otro reto, más complicado a no ser que seas muy joven, y es cómo compatibilizar la escritura con las nuevas tecnologías y con las posibilidades que ofrecen. Aunque se ha dicho mil veces que la novela ha muerto, es mentira. La novela sigue viva, se está transformando y creo que se va a transformar mucho más en el momento en que de verdad se extienda el ‘e-book’, cuando la gente empiece a leer en una página que no es una página y en el que pueda conectarse a distintos enlaces. Todo eso va a transformar nuestras costumbres, pero la transformación no significa el fin; significa el fin de algunas costumbres y el nacimiento de otras.

¿Entonces no necesita la literatura actual, como insinúan algunos críticos, de grandes títulos que pasen a formar parte de los grandes clásicos? ¿Y qué se creen, que en el siglo  XVI los ‘best seller’ eran los autores que estamos leyendo ahora? No, en los siglos XVI y XVII los que más vendían eran autores de los que hoy no sabemos absolutamente nada. Si hoy son los manuales de autoayuda, entonces eran libros de jardinería y de cocina. Esos eran los auténticos ‘best sellers’, no eran esos grandes dramaturgos que conocemos hoy; o sea, no ha cambiado tanto.

Pero en el fondo, ¿no les gustaría a los autores convertirse en clásicos?
Es que como es algo que no depende de uno mismo en el fondo no tiene mucho interés ocuparse de ello. No tiene sentido qué significa ser clásico: ¿que dentro de 100 años me lean en las escuelas como uno de los grandes autores? No lo sabré. Hago lo que puedo, ahora que puedo y lo demás no depende de mí.

Hubo varias interpretaciones de «Libros caníbales, o cómo los libros consumen a los lectores», la conferencia que ofreciste en la Feria del Libro…
La idea es difícil de resumir. Los hitos que consumimos nos cambian. El automóvil cambió nuestra forma de vida, de pronto ya no estamos anclados en un lugar. Internet ha cambiado quiénes somos, cómo somos y cómo establecemos nuestras relaciones sociales. Yo me preguntaba cómo nos cambian los libros que nos leen, y me preguntaba cómo nos cambian los libros que leemos. Un poco así como la dinámica del ‘best seller’ y el tipo de personas que exigía un ‘best seller’, alguien que está a la moda, que lee y consume lo último. Un poco como la moda Zara. Mucha gente no busca ya que el vestido tenga una gran calidad o que sea original. No. Quiere llevar lo que llevan todos y estar a la moda, y todos los años o cada seis meses cambiar de ropa. Y el ‘best seller’ es un poco eso. Tienes que haber leído las «Cincuenta sombras de Grey» para poder opinar, para estar en... o lo que sea. Ese es el lector que consume, que ni siquiera tiene tiempo o capacidad de tener un juicio crítico porque te dan ya, te eligen lo que tienes que leer. Es como que te lo impone un poco el entorno.

¿Tienen algo de culpa los medios de comunicación?
Pues claro. Porque los medios de comunicación vivimos en el mercado, y los medios de comunicación saben que si están informando de un libro buenísimo pero que sólo lo van a entender 500, no van a comprar por eso el periódico, pero si informan de las
«Cincuenta sombras de Grey», entonces sí…

¿Y de qué forma esto afecta a la literatura? ¿Eres de los que opinan que para que no lean, que lean «eso»? ¿Quién decide lo que es bueno o malo?
Digamos que no es posible decidirlo en casos concretos, porque lo que es bueno o malo depende de un montón de criterios. Lo que establecería es la diferencia entre los libros que no exigen nada del lector y que lo único que pretenden es entretenerlo un rato y que se olvide de sus problemas, y los libros que exigen algo del lector y que intentan llevarlo a pensar un poquito más de lo que piensa, a sentir un poquito más de lo que siente, o cosas nuevas. Para mí esa es la diferenciación fundamental. Y el problema con los ‘best seller’ (no tengo nada en contra de los ‘best sellers’, eh, como tampoco tengo nada en contra del fútbol. A mí me gusta entretenerme de vez en cuando, escribo ensayos y soy muy sesudo pero eso no significa que lo sea 24 horas al día, también me gusta el entretenimiento)... El problema es que cuando cuatro o cinco títulos copan prácticamente toda la lectura y toda la atención mediática entonces estamos perdiendo un montón de esas otras propuestas un poquito más exigentes pero que quizá nos enseñarían más. No tiene por qué ser una literatura de ideas, pero me refiero a pensar en el sentido de obligarte a acercarte a ciertas cosas que a lo mejor no veías y pueden ser ideas, pueden ser emociones, puede ser la reflexión sobre uno mismo.

Escribes cuentos, novelas, poesía, obras de teatro, ensayos y crónicas de viaje. El talento todo lo puede, pero como marcha el mundo de ajetreado, ¿cómo logras concentrarte y sacarle tanto jugo a la imaginación?
(Risas). Pues es un poco absurdo decirlo pero es que trabajo mucho. Escribo mucho y no sólo que escribo mucho, sino que antes de escribir paso mucho tiempo dándole vueltas a cómo hacerlo. Cada novela, cada obra de teatro y cada libro de poesía no es que me llegue la inspiración y me ponga a escribir, sino que se me ocurre una idea y paso meses dándole vueltas: ¿va a ser un cuento?, ¿una obra de teatro?, qué voz narrativa va a tener? Y luego poco a poco me voy acercando a la historia y me pongo a escribirla con un género o con otro. Cada género te permite hacer cosas distintas y es lo que me interesa hacer. Siempre corres el riesgo -soy consciente de ello- de una cierta superficialidad, de no acabar dominando ninguno de esos géneros, pero ese aprendizaje de algo nuevo cada vez es muy interesante, es muy estimulante y, bueno, ahí estoy, intentando no quedarme en esa superficialidad, sino conseguir con cada género llegar a donde me gustaría llegar.

Esta pregunta va en serio. ¿Y si te pusieran una pistola en la cabeza y te obligaran a elegir un género, con cuál te quedarías?
¿Ahora mismo? Lo que pasa es que he cambiado. Pero si me dicen sólo tienes que cultivar uno a partir de ahora sería la novela. En este momento. Si me lo hubieras preguntado hace cinco años te hubiera dicho que el cuento. He ido cambiando, antes escribía mucho más cuentos que ahora y me he ido yendo sobre todo hacia la novela y el ensayo.

Además de la dotación económica, del prestigio mediático y de acercarte al público, ¿qué otra cosa valoras de los premios literarios, de los que ya te han concedido algunos bastante famosos?
Volver un poco a la misma sensación que tuve cuando tenía 35 años. Nadie me publicaba, nadie quería ni leer una línea mía y de pronto me dan un premio literario. Es pensar que hay alguien ahí afuera, una serie de lectores probablemente con criterio, que leen mis libros y dicen: «Ah, qué bien». Entonces es como una confirmación de: Vaya, no voy por tan mal camino como yo pensé durante tantos años porque a nadie le interesaba lo que hacía. Cada vez que un jurado dice nos gusta digo: Ok, parece que voy conectando con una serie de gente -aunque no sea un escritor para grandes masas-; que hay un círculo de gente a la que le interesa lo que estoy haciendo, sigamos... Y como además tengo los premios en distintos géneros es una confirmación, porque piensas: Bueno, vale, me están diciendo que soy un buen novelista, pero ¿seré un gran ensayista? Entonces me dan el premio Anagrama, y me digo: Son gente que se dedica al ensayo y que me premia un ensayo, qué bien, vamos por buen camino…

Confiesas que te mortificaba mucho que nadie te leyera, cuando tantos autores insisten en que escriben por mero placer y que publicar no siempre es lo más importante.
Bueno, me mortificaba, claro, cuando no me leía absolutamente nadie. Tenía una mortificación porque no conseguía publicar, porque uno puede escribir para sí mismo, pero entonces no intentas publicar. Si intentas publicar es que no es verdad que sólo escribes para ti. Pero sí hay dos fases. Una primera: cuando yo me pongo a escribir sí estoy escribiendo para mí mismo, soy yo intentando entender cosas, acercarme a determinados temas, y no estoy pensando en a cuántos lectores voy a llegar o cómo o dónde. Pero al mismo tiempo me di cuenta de que mi interés luego por publicar es porque entiendo que eso que estoy haciendo también es algo que me gustaría comunicar o a través de lo cual me gustaría que una serie de lectores se acerquen a un tema. Yo no pretendo decirles lo que tienen que pensar, no soy un autor de mensajes que diga cómo está la sociedad y sus males. Si me interesa un tema luego se lo presento al lector. Y llega esa segunda vertiente, que es la de la comunicación con una serie de lectores y no llegar a ellos pues sí, es como truncar tu trabajo y dejarlo sólo en la primera parte, la de la escritura para ti mismo.

La crónica de viajes, ¿poco trabajada por los escritores de renombre?
Crónica de viaje hago muy poca desde hace ya años. Yo creo que lo escritores sí escriben bastante crónicas de viajes, por una razón muy sencilla: porque se las pagan, porque ser escritor no es un oficio particularmente bien pagado. Hay un montón de suplementos de viaje y te permiten -yo lo he hecho también- viajar a un sitio por el gusto de ir allí y que una parte de la estancia me la pague un periódico o una revista. Y sí creo que hay bastante escritores que, no de una manera principal, pero que de vez en cuando publican crónicas de viaje.

«China para hipocondríacos» es toda una referencia en la literatura de viajes y un libro de cabecera para los viajeros… 
Sí. Creo que ese es mi libro más clásico. Me encuentro con gente que me escribe diciéndome que fueron a China y se llevaron mi libro. Ayer, en la Feria del Libro, se me acerca un chico y me dice. “Yo a ti te conozco, Ovejero, de China para hipocondríacos”. Es un libro que se cita mucho. De hecho, luego veía en algunas noticias de periódicos que se usa el juego de China para hipocondríacos para hacer referencias a otros lugares: África para esquizofrénicos, por ejemplo.

Los cambios constantes en la gramática, ¿influyen en el trabajo del escritor o basta con concentrarse en el contenido y que un corrector se encargue del resto? ¿Estos cambios los obligan a ser más exigentes con su propia escritura?
Sí, eso es parte de ser escritor. Es una pelea que tengo con mis alumnos de Escritura Creativa. A veces me doy cuenta de que tienen algo en la cabeza pero no se dan cuenta de que no lo han escrito, sino que han dicho algo aproximativo. No saben darse cuenta de que no lo han dicho. Les digo: Espera, yo creo que entiendo lo que me quieres decir pero no está en tu renglón y el lector no está en tu cabeza, el lector no va a saber lo que le quieres decir si no se lo dices, y ese es el trabajo de escritor. Y una buena parte del trabajo de escritor es repasar, revisar, corregir y conseguir decir aquello que quieres decir. A veces me han dicho: «Es que tus descripciones son tan fluidas, te salen así, ¿verdad?» ¡Cómo que me salen así! Me paso horas y horas a veces con una descripción hasta que es la descripción que yo quiero hacer. A menudo es obviamente capacidad de trabajo y de autoexigencia, pero hay otra parte. Por supuesto que hay un corrector en la editorial y eso es siempre muy de agradecer, porque a mí me pasa a veces -como a mis alumnos- que ya ni lees, tú corriges y te puedes pasar de erratas, te puedes saltar frases en las que falta un verbo y no lo ves. Está muy bien que haya correctores que digan aquí me falta algo, o has repetido tres veces el mismo verbo, ¿quieres hacerlo así o no?

¿Eres de los que sufren cuando cometen un error? ¿Años de sufrimiento…?
Noooo.  No tanto. Pero lo malo es que siempre que publicas un libro de pronto lo abres y te encuentras con algo que no está bien.

Dinos algo sobre los talleres literarios. ¿Ayudan realmente?
Sí, yo creo que sí. Si no, no los daría. Lo que pasa es que un taller literario no te garantiza que serás un buen escritor, porque para ser un buen escritor necesitas dos cosas: una buena técnica -eso te lo puedo enseñar, digamos, te puedo ayudar por lo menos a desarrollar tu técnica-, y una visión original, es decir, profunda, diferente sobre algún tipo de realidad. Y esa visión original y profunda, esa sensibilidad, esa comprensión no te la puedo enseñar en un taller literario. Tiene que ver con tu experiencia, con tu vida, con tu capacidad de empatía, con un montón de cosas y no con la escritura. En la parte de la escritura, sí creo que pueden ahorrar un montón de tiempo y de errores. Ayudar, por lo menos, a quien va a ser escritor.

PERFIL
Jose Ovejero nació en Madrid en 1958. Ha explorado con éxito distintos géneros literarios: cuento, poesía, teatro, ensayo y la crónica de viajes.
Su primer libro publicado, Biografía del Explorador, le mereció el premio Ciudad de Irún de poesía en 1993. También ha recibido los premios Grandes Viajeros por China para hipocondríacos (1998), el Primavera de novela por Las vidas ajenas (2005), el Gómez de la Serna por La comedia salvaje (2011), el Anagrama de Ensayo por La ética de la crueldad (2012) y el Alfaguara de Novela 2013 por La invención del amor.
Ovejero ha vivido en varios países y recientemente se estableció en Madrid.
De la literatura dominicana confiesa que tenía pocas referencias. «Conocía a Junot Díaz, Aurora Arias y una antología de cuentistas que se publicó en italiano», dice.


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* Qué risa. Ovejero podía hablar de todo con los periodistas, menos del Premio Alfaguara.
Mayo, 2013