27/10/14

“Uvieta” (Alberto Cañas)

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©Yalo
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Es una de las obras emblemáticas del teatro costarricense. Publicada en 1980, la trama se desarrolla frente a un bar en el pueblo de San Luis y todas las escenas tienen lugar un domingo cada quince días.
Uvieta, personaje tomado de una obra de la autora Carmen Lyra, es un hombre medio loco que siempre anda enterado de todo lo que pasa en el lugar, pero parece no saber nada sobre la muerte -de un balazo- del señor Sanabria, en un hecho en el que resultó gravemente herida la bella esposa del señor en cuestión, de quien Uvieta está muy enamorado.
Chico, el dueño del bar que recibe a los conversantes; una moza (Rosalinda) obligada a casarse con un anciano enfermo que espera que muera pronto para poder casarse con el profesor del pueblo; un policía enviado a San Luis para que aclare la muerte de Sanabria; un mozo de pasado oscuro acusado de haber cometido el crimen y dos ancianas del pueblo conforman el resto de los personajes inmediatos de la obra.
Resulta que el día en que ocurrieron los hechos Uvieta encontró a una vieja trepada en su mata de mango y desea, por robona, que no baje nunca. Y, efectivamente, la señora no pudo bajarse de la mata.
Para ver cómo era la cosa, Uvieta convida al policía que fue a investigarlo a que se suba a la mata y tome un mango. Y piensa: “Que tampoco se baje nunca”, y así fue.
Pero cosa rara, el policía no vio a la viejita que estaba con él. Cuando Uvieta le cuenta a Chico lo ocurrido deciden que quien debe bajar es el policía, por si acaso. Y de sólo pensarlo Uvieta, el policía bajó.
El caso es que a partir de que la viejita está encima de la mata en el pueblo no se muere nadie: ni la señora que está grave en el hospital ni el viejo esposo de Rosanlinda. Nadie. Chico deduce, dado los hechos, que a quien Uvieta tiene encima de la mata de mango es a la muerte, y que por eso no se muere nadie en el pueblo. Y Uvieta no quiere soltarla porque entonces se muere la señora que ama.
Ocurre que un ángel disfrazado de una viejita que se hace llamar Lorena, prima hermana de la muerte y a quien le encanta decir malas palabras cuando baja a la Tierra (ya que no puede hacerlo en el cielo), llega a San Luis para tratar de convencer a Uvieta de que debe dejarla bajar porque si no lo hace no se imagina lo que ocurrirá en el mundo si nadie muere.
Aunque no quiere al principio, Uvieta no tiene más remedio que ceder porque, además, el ángel sabe su secreto: fue él quien mató a Sanabria una noche en que el señor maltrataba a su esposa, y debía ser castigado.
El ángel decide resolver la situación de este modo: la esposa de Sanabria viviría, pero él no podría verla; el esposo de Rosalinda morirá unos días después de muerte natural y ésta podrá casarse con el profesor; y Uvieta debía confesar el crimen –le tocaban menos años en la cárcel por ello- para que el mozo encerrado pudiera salir libre.
Así se hace, y Uvieta le cuenta lo que pasó al policía: que, aunque resultara increíble, la señora de Sanabria y él era amantes, y que no pudo soportar que una noche que le servía de chofer al señor Sanabria y llegaban de una fiesta desde San José, éste le disparara a su esposa en medio de una discusión, por lo que Uvieta corrió a la habitación donde sabía que había una pistola y le disparó a Sanabria.
Pero el policía lo deja ir en paz a su casa, convencido de que Uvieta no había cometido el crimen, porque, pensó: “Hay algunos que sólo para que la gente crea que de veras se echaron una mujer al pico, son capaces de exponerse a quince años de cárcel”.

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Literatura del Caribe Hispánico
Maestría en Literatura
Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD)
Profesor: Eulogio Javier 
2008