28/4/16

Palabras...

Esto ocurrió hace unos meses. Emely me hace un recuento de todo lo que hace en el día. Todos los días. Ayer me dice que Joshua (su hermanito mayor) estaba corriendo en el patio. Yo no entendí corriendo (tiene dos años y nueve meses), sino jodiendo.
― ¡Emely! ¿Qué dijiste? ¿Y esa palabra tan fea? Mejor di que estaba fuñendo, o molestando, pero no esa.
Ella, pensando que yo no entendí, repite que Joshua estaba “corriendo”.
― Aaaahhh, perfecto. Yo entendí otra cosa. Porque tú sabes, hay palabras que suenan muy feas y es mejor elegir otras parecidas que signifiquen lo mismo. Además, las niñas que dicen malas palabras se ven feas.
Responde que sí. Levanta el dedito índice, lo acerca a la cara y lo apunta hacia mí.
― Tía, Joshua dijo culo.
― Ay, ay, ay, ay. ¿En serio? ¿Ves? Esa palabra no es mala, porque eso es eso, es decir un culo es un culo, pero es mejor decir trasero, o nalga, o nalguita. ¿Verdad?
― Yo no digo culo, tía –levanta de nuevo el dedito.
― Claro que no, porque tú hablas bonito.
 Y para ver si aprendió la lección le pregunto:
― ¿Cómo dices tú?
― Yo digo culito.