"...agobiado de penas y de tareas, hermoso dentro de su miseria, capaz de amar en medio de las plagas, el hombre sólo puede hallar su grandeza, su máxima medida en el Reino de este Mundo."
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Publicada en 1949 por el escritor cubano Alejo Carpentier, el primer contacto con la obra es un prólogo del autor en el que describe su descubrimiento de lo real maravilloso en América a partir del viaje que realizara a Haití en el año 1943. El reino de este mundo no es más, precisamente, que la historia de Haití – entre 1750 y 1830- narrada a través de la vida del esclavo negro Ti Noel y basada en hechos que tendrán como figura central un personaje llamado Mackandal y su sucesor, Bouckman.
En una lectura ágil, de lenguaje actualizado y al mismo tiempo de época, Carpentier nos narra cómo la vida en la ciudad de Cabo Francés, al norte de la colonia francesa de Saint Domingue, es alterada por los planes de alzamiento del manco Mackandal, quien, según la historia, logra escapar de su ejecución en el fuego convirtiéndose en animal y, de paso, en fuente de inspiración de los negros esclavos.
Ti Noel participaba de las rebeliones –envenenamiento de animales y luego de personas- a escondidas porque siempre estuvo fascinado con Mackandal y por ello apoya al jamaiquino Bouckman, que continúa la incitación de Mackandal basado en las historias que llegaban de Francia sobre el fin de la esclavitud.
Pero con la revolución también llegó otra vida, la impuesta por Henri Christophe, primer rey negro del naciente país, que para Ti Noel no fue menos cruel ni humillante que la misma esclavitud impuesta por los blancos y cuya grandeza, reflejada en la fortaleza de La Citadelle y del palacio de Sans Soucí –en cuyas obras fue obligado a trabajar Ti Noel pese a ser muy anciano-, confirman el deseo del rey de restablecer una corte napoleónica en un reino que distaba mucho del estilo europeo que intentaba homologar.
La frase que da vida al título de la obra la encontramos en los párrafos finales, cuando Ti Noel comprende que “en el reino de los cielos no hay grandeza que conquistar, puesto que allá todo es jerarquía establecida, incógnita despejada, existir sin término, imposibilidad de sacrificio, reposo y deleite. Por ello, agobiado de penas y de tareas, hermoso dentro de su miseria, capaz de amar en medio de las plagas, el hombre sólo puede hallar su grandeza, su máxima medida en el Reino de este Mundo”.
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Yalo
Literatura del Caribe Hispánico
Maestría en Lengua y Literatura (UASD)
Práctica para el profesor Eulogio Javier
2008