5/12/12

Leopoldo Brizuela. Remanentes de una entrevista (1)

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Yalo: Hace unas semanas celebrábamos 50 años del llamado “boom de la literatura latinoamericana”. Si tomamos como referencia lo bien que les va a los autores de la región en los premios literarios (el Alfaguara, por ejemplo, en sus últimas 15 ediciones se lo han llevado 13 latinos), ¿cree que estamos viviendo –con sus diferencias, claro otra especie de boom de las letras latinoamericanas? 

Brizuela: No sé (léase con acento argentino, que no es lo mismo ni es igual). Lo que sí es que hay una efervescencia literaria. Por un montón de cosas. Porque se escribe mucho, porque se publica mucho, porque publicar no es tan difícil como antes... Cuando yo tenía 30 años, por ejemplo, era lo más normal que una persona de 30 años tuviera un libro y en general publicado por él mismo. Algunos teníamos uno publicado por una editorial grande. Ahora con 30 años hay gente que tiene cinco o seis libros publicados, porque publicar ahora mismo no es tan difícil, porque hay muchas editoriales pequeñas, independientes, como se llaman. Además, ahora los libros no son tan feos.

Yalo: ¿Feos? 
Brizuela: Feos en el sentido… Cuando yo empecé, si te publicabas tú misma el libro en una imprenta era un libro horrible. Ahora no. Ahora una editorial independiente puede publicar un libro muy lindo y eso produce una gran efervescencia. No sé si hay grandes figuras, pero sí hay una gran diferencia con el boom. Es un boom no tanto de figuras como de libros.

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Noviembre 2012, Santo Domingo
Leer entrevista en Listín Diario

20/11/12

Para que veas que no te guardo rencor

Un poema de Nicanor Parra

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Te regalo la luna
seriamente -no creas que me estoy burlando de ti:
te la regalo con todo cariño
¡nada de puñaladas por la espalda!
tú misma puedes pasar a buscarla
tu tío que te quiere
tu mariposa de varios colores
directamente desde el Santo Sepulcro.

9/11/12

¡Dickens!

Dice David sobre Miss Murdstone:
«Estoy seguro de que sentía un verdadero placer en exhibir, en aquella ocasión, lo que ella llamaba su presencia de espíritu y su firmeza y su fuerza de voluntad y su sentido común y todo el diabólico catálogo de sus antipáticas cualidades».

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David Copperfield, 1850

6/11/12

Yo te conozco, sé lo que piensas (11)

El frío tiene ese efecto en las personas: saca el verdadero humor que llevan dentro, su sagrado álter ego.
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Renuncio, bonita. No eres nadie para poner a prueba así mi hombría. ¿Por qué me usas como recipiente de tus miedos? ¿A mí, a quien le debes tantas horas de dicha y buenos recuerdos? ¿A mí que tuve la gentileza de fijarme en ti? ¿A mí que nunca te exigí nada, salvo tu cuerpo? Deja ya de alimentar a los demonios que habitan tu podrida existencia, bonita, y concéntrate en ser. Está bien, libérame de ti, pero no me culpes de tus desgracias, de tu desaciertos, de tu malvivir. Cierto es que te he obviado, sí. Cierto es que no te quiero. Pero no digas que no sabías que no te quería. Sólo admítelo y madura, bonita. Libérame de ti, vamos, hazlo, pero también aleja de mí tu mala vibra. Es cuanto…

El cómplice (Borges)

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Me crucifican y yo debo ser la cruz y los clavos. 
Me tienden la copa y yo debo ser la cicuta. 
Me engañan y yo debo ser la mentira. 
Me incendian y yo debo ser el infierno. 
Debo alabar y agradecer cada instante del tiempo. 
Mi alimento es todas las cosas. 
El peso preciso del universo, la humillación, el júbilo. 
Debo justificar lo que me hiere. 
No importa mi ventura o mi desventura. 
Soy el poeta.

5/11/12

“La Era de Trujillo no ha sido explotada de manera literaria”

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Yaniris López
Santo Domingo

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¿Qué se le puede pedir a un libro que, ambientado en la Era de Trujillo, le insinúe al lector un posible final justo en su título? Solo que tenga guardada por ahí alguna sorpresa. Por suerte, “¿Dónde está Johnny Lupano?”, del periodista y escritor Néstor Medrano, la tiene.
Escrito en 2002, el libro fue finalista en 2005 de un premio internacional patrocinado por la Fundación Cabana. Tras una década en la que recibió algunos cambios, fue finalmente publicado por Ediciones de Cultura este 2012.
La trama parece sencilla. El letrista norteamericano Johnny Lupano, esposo de la artista (deseada por Trujillo) Isabel Gutiérrez, desaparece y hay que buscarlo. Esa búsqueda no se limita a los dolientes de Lupano. No. Todos están interesados en encontrarlo, incluso el régimen. Y entonces aparece la actitud prejuiciosa del lector: ¿otra novela sobre la desaparición de personas durante la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo? No necesariamente, explica Medrano.
“Lo que me propuse fue escribir la historia de una pareja que vive una situación de amor conflictiva y la ubiqué en la etapa final de la Era de Trujillo. ¿Por qué? Porque, además de que la etapa final de la Era de Trujillo implica un sinnúmero de hechos que marcaron el país de manera sensible, es una etapa rica en sucesos y, contrario a lo que opinan muchos escritores y críticos, creo que la Era de Trujillo forma parte de una etapa que no se ha explotado bien de manera literaria”.
Medrano señala que historias que involucran a personajes como Horacio Vásquez, Johnny Abbes, Ramfis Trujillo, Joaquín Balaguer o Porfirio Rubirosa podrían inspirar muchas y buenas novelas.
La queja de los lectores, insinúa, se debe a que en el país siempre se han tratado los mismos temas de esta etapa de la historia dominicana: las torturas, las expediciones y las muertes.
“El tema de Trujillo es un gancho en términos literarios. No se ha explotado bien y es un hecho tan cierto que la novela que le dio el premio Pulitzer a Junot Díaz es una novela que habla de Trujillo, envuelta en otros conceptos, pero es una novela sobre Trujillo”. Autores locales como Efraím Castillo, Pedro Peix, Marcio Veloz Maggiolo y Andrés L. Mateo han hecho sus aportes, sigue Medrano.
“Los países explotan sus dictaduras en la literatura, aquí no se ha explotado la novelística por ejemplo en la Era de Lilís, no se ha hablado nunca en una novela de Pedro Santana o de Juan Pablo Duarte; nadie quiere enfrentarse a eso porque implica trabajo, mucha investigación, pero esos libros se publican y se venden”.
En “¿Dónde está Johnny Lupano?”, expresa, la documentación histórica fue fuerte, así como las horas dedicadas a la lectura y al estudio de los personajes.
“No está basada en la Era de Trujillo, pero sí tiene la atmósfera. El que la lea siente la presión y la angustia de la época. El lector cree que sabe la respuesta, que sabe qué le pasó a Johnny Lupano, cree que va a lo seguro, pero hay una trama y ese final es impredecible”.
De la novela, el escritor Efraím Castillo destaca su “narración excepcionalmente organizada dentro del canon de la novela negra, aunque abriendo las compuertas para la inserción de pistas que, alejando la ficción de lo puramente policial, se yuxtaponían entre las trampas y cercos del crimen político (…)”.
Castillo también distingue ese “mezclar la fábula a lo que podría ser historia, convirtiendo en señales las alusiones de los personajes históricos con los ficticios”.
Y es ese un punto a favor para Medrano en esta novela: lograr que tres personajes ficticios como Lupano, Isabel Gutiérrez y Sereno Ureña se ciñan a la trama de tal forma que su genealogía forme también parte de la intriga no ya del contenido del libro, sino de la mente del lector.
Por supuesto que muchos de los diálogos exigirán al lector cierto nivel de lectura y nociones de historia patria para su mejor comprensión. Al final, aunque el desenlace de la historia compense en parte la lectura, el libro habría sido más valorado y disfrutado de haber contado con una mejor edición.

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Fragmento de la entrevista publicada en Listin Diario 

14/10/12

“Lápida circa y otros epitafios de la torre abolida”

Aunque publica desde 1973 (Oficio de post-muerte), el primer libro que nos acercó a la obra literaria del dominicano Alexis Gómez Rosa fue, hace poco tiempo, Si Dios quiere y otros versos por encargo (Premio Anual de Poesía Salomé Ureña de Henríquez 1991).

Para entonces fue una sorpresa descubrir el estilo desenfadado con que Alexis, ahora de 57 años y radicado en Nueva York, se refiere a los personajes de sus versos, a sus amigos, a su familia, incluso a las instituciones publicas del país. Igual los ensalza como los ataca, critica o manda recados. 
Para él la poesía no respeta nombres, rangos o sentimientos. Es social, es personal, es medalaganaria, es liberal, es cotidianidad, es postguerra, es lenguaje, es él mismo…

Tampoco es común que un poeta reconozca tantos defectos personales es sus escritos y se sienta, como él, orgulloso de poseerlos. Es como si Alexis les sacara partido a sus borracheras, a sus noches de cama, a su glotonería y a su ¿confesa? inestabilidad emocional. ¿Desbocado y chabacano a veces, le han tildado? Pero con una imaginación irreprochablemente inmensa, única. Más tarde nos enteraríamos de que, antes de ser el Pluralismo un movimiento, Alexis ya usaba pentagramas musicales y geometría lírica como excusa para explotar y soltar tantos sentimientos.

Y luego Diógenes Céspedes lo definiría como «el único de los poetas de posguerra que vive continuamente en un estado poético. Hasta en su vida personal cotidiana él es todo un esbozo de un futuro poema».


La ironía que se cuela entre los versos, la forma abrupta de cortar las frases para reírse de sí mismo o hacer un comentario al margen y el relajo serio de sus denuncias nos recuerda, con permiso del lector, al también escritor dominicano Pedro Antonio Valdez cuando dice -refiriéndose a sus cuentos cortos- que le encanta torturar al lector, desafiarlo, que «sienta que acaban de darle un golpe de estado», que sienta «que acaban de metérselo frío».

No sabemos si a Alexis también le gusta torturar al lector. Pero lo hace.

Ahora que nos toca leer Lápida circa y otros epitafios de la torre abolida (2004), hay que admitir que los años no lo han curado. En esta ocasión Alexis se atrevió a jugar con la muerte de personajes destacados de las letras y la sociedad dominicana y lo que, según él, como único lapidario, serían los epitafios adecuados para cada uno de los elegidos.

Combinando nombres con títulos de libros, experiencias personales y críticas abiertas, el libro es, como dice el poeta José Mármol en el prólogo: «La galería funeraria por excelencia de la cultura dominicana de los últimos tiempos».

Vivos o muertos, poetas, artistas plásticos, críticos de arte y hasta los chinos de Bonao no escaparon al humor del poeta nacido en Santo Domingo en 1950. No falta en cada epitafio el poco de "crueldad" que ha hecho famoso al autor: la burla con gracia, el localismo, el sarcasmo bien llevado. Recursos que, lejos de justificar una desmedida pasión por lo malo, lo incorrecto y la glotonería que lo caracterizan, hacen que el lector disfrute la obra y pase rápido los 88 epitafios. Es que además son cortitos. El más largo, dedicado a José del Carmen Vallejo, apenas alcanza 17 líneas.

Comienza con el poeta Domingo Moreno Jiménez y termina con Rita Indiana Hernández. Se mete con nombres sonoros y otros no tanto. Eso, al menos, cree el lector, que deduce que Alexis los conoce a todos muy bien. Porque al final sus breves epitafios son biografías minúsculas que obligan al lector a ubicar un diccionario o investigar en Internet para continuar la lectura. Las figuras literarias más recurrentes, aquí, importan poco. El lector se concentra en los calificativos, en los versos libres, en las líneas de una palabra…

Algunos tienen la suerte de ser «insigne dramaturgo», «benemérito», «eminente sociólogo» o «el más grande libre pensador post-Trujillo». A otros les toca ser «rebelde y crítico aún después de muerto», «aguerrido, cínico y culebro», «…maricón, pero además iluso, soñando singar extraterrestres». ¿Quiénes son? Que lo descubra el lector y condene su atrevimiento.

Poco le importa al autor que el aludido se ofenda:

Murió un negro,
murió un poeta negro.

Entonces, no ha muerto nadie.
Repito: no ha muerto nadie.

Si se llama Adrián Javier,
es un error del destino.

Una vez terminados sus mensajes lapidarios, Alexis aprovecha las últimas páginas del libro para, una vez más, dejar escrita su visión de que «definitivamente el mundo está enfermo», una burla a la sociedad dominicana echa poesía y que describe en el número uno de los Sermones del Cristo de Bayaguana:

Es como si el mar se desatara
en miles de huracanes babosos;
y la tierra, resquebrajada,
con voz de terremoto
soltara de sus grietas bulímicas
una epidemia terrible de cobras,
alacranes y viudas negras,
que se instalarán en el Palacio Nacional
y en las oficinas públicas; en los bancos
comerciales y en el sistema financiero;
en las Cámaras de Senadores
y Disputados: esa encorbatada
jauría de rufianes que al ladrar,
terminan chapándose el trasero
.

Sus palabras confirman su condición de crítico generacional:

Sin embargo en esta fecha noto
que la iglesia ha vuelto a ser
cueva de ladrones, y la bondad
y el sacrificio, divisa
del idiota y el pendejo.

Sus ojos de borracho no inspiran, es verdad. Es su pluma la que da la cara por él. En esta obra, Alexis no le hace honor a la poesía rebuscada, a los versos inspiradores. La geometría y las formas pictóricas del Pluralismo tienen otros matices ahora. ¿Cierra esta obra, ciertamente, como insinúa Mármol, un ciclo de poesía escatológica en el autor, su pentagrama musical, sus pluralemas? Ya lo sabremos.

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2007
Corrientes Poéticas Dominicanas (Let-713)
Maestría en Lengua y Literatura (UASD)
Práctica para el profesor Nan Chevalier

 

4/10/12

Yo te conozco, sé lo que piensas (10)

Para ti mi cuerpo es un hotel. Y yo qué vergüenza quiero que lo sea. Regresa. Atraviesa el océano. Prometo dejar en la entrada tanto miedo, tanto recato, tanta prudencia, tanto decoro. La puerta del cuarto estará abierta. Llega de noche, tus mejores horas. ¿Ves la luz filtrarse por la puerta? Es el resplandor de mi piel, que celebra por adelantado el encuentro.
(…)
(…)
(…)
No. Quédate. Mejor no regreses. Olvidé que en mis huesos, en mi mente y en mis entrañas, cuando se trata de ti, todavía es temporada baja.

25/9/12

(...)


26/8/12

(...)

Yo: "¿Puedo tomarle una foto?"
Ella, con pícara mirada: "Si me das..." (y se restriega las puntas de los dedos).
¡Accedí!