El frío tiene ese efecto en las personas: saca el verdadero humor que llevan dentro, su sagrado álter ego.
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Renuncio,
bonita. No eres nadie para poner a prueba así mi hombría. ¿Por qué me
usas como recipiente de tus miedos? ¿A mí, a quien le debes tantas horas
de dicha y buenos recuerdos? ¿A mí que tuve la gentileza de fijarme en
ti? ¿A mí que nunca te exigí nada, salvo tu cuerpo? Deja ya de alimentar a
los demonios que habitan tu podrida existencia, bonita, y concéntrate en ser. Está bien,
libérame de ti, pero no me culpes de tus desgracias, de tu desaciertos, de tu malvivir.
Cierto es que te he obviado, sí. Cierto es que no te quiero. Pero no
digas que no sabías que no te quería. Sólo admítelo y madura, bonita. Libérame de ti, vamos, hazlo, pero también
aleja de mí tu mala vibra. Es cuanto…