2/6/11

Yo te conozco, sé lo que piensas (3)

Nunca creíste que fuera experta en legeremancia. Y yo que no quiero serlo. Ahora no estaría leyendo la tablet de tu cerebro, ni interpretando las señales del patio trasero de tus ojos que mirándome me dicen: Anda, bonita, entiende. No es que no quiera, es que no se puede. Disfruta el momento, que de ahí no va a pasar. Es así la vida, bonita. Ni siquiera entiendes de (mis) gustos literarios, el primer requisito para permitirle a una chica pasar y ver. A mí me gusta Allan Poe, tú prefieres a Julio Verne. A mí me gusta la poesía, tú prefieres los relatos. A mí me gusta la historia, tú matas por una novela de ficción. Adoro las conversaciones inteligentes, tú pagas por parecer tonta. Tienes un poco baja la autoestima, yo detesto a la gente que no se quiere. No, bonita, en este caso tú eres la excepción. Me gustas, eso creo, pero no te vayas a enamorar de mí. No me idolatres, bonita. No quieras conocer mi álter ego, no me obligues a mostrártelo porque, de hacerlo, me odiarías con razón, así como odias a los personajes malos de tus paquitos favoritos…
Y no quiero que me odies, bonita. Tampoco así. Yo más que nadie sé que, “debajo de cualquier yagua vieja, puede salir tremendo alacrán…”