Una dulce melancolía atropella tu mente de juicios
infalibles.
¿En qué andará mi niña tonta? ¿Con qué frecuencia piensa en mí? ¿Ya no me ama?
El entorno no ayuda. Esta librería me la recuerda, piensas. Esta ciudad
literaria me la recuerda. Este invierno… Pobrecita. «El recuerdo es el único
paraíso del cual no podemos ser expulsados», te dice al oído Jean Paul. Y
sonríes. Ligeramente. Como un modesto campeón.
Claro que piensa mucho en mí. Soy su recuerdo, su paraíso, su biblioteca
soñada, su manto de flamboyanes, su camino de tierra blanca y orillas verdes,
su inspiración. Vive pensado en mí. Pero que siga pensando, la muy ilusa. Que
siga soñando con tocar mis manos, besar mis labios, acariciar mi pelo, hablarme
de letras... Yo se lo advertí. Le dije que no se enamorara de mí. Entonces que
siga esperando que la llame, que le escriba, que la piense, que la necesite.
No. «Ella no te necesita», te contesta Alejandro Casona: «Tiene tu recuerdo,
que vale más que tú».