17/11/10

Te adoro, Hesse

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Leyendo los cuentos de Hermann Hesse me da, a veces, la terrible sensación de que estoy viendo una de esas comedias de los 80 y 90 que daban en El Show del Mediodía. Había algo en los finales de esas comedias que no cuajaba. Nos pasábamos 20 y 30 minutos disfrutando de la trama, riéndonos de las locuras de los comediantes, todos de primera, pero el final… el final nunca era tan bueno como el desarrollo de la comedia. Terminaban sin ton ni son, sin la picardía del comienzo. Al finalizar nos mirábamos todos como quien dice: ¿Y entonces?
«Comienzan bien pero terminan sin gracia», decía mami.
Hesse es, por mucho, uno de los más grandes cuentistas, un genial describidor de la nada cotidiana, de los miedos humanos, de las frustraciones más tontas. Una le toma pena o cariño a sus personajes, absorbe con gusto los olores de los paisajes, de las estaciones; y pasea llena de confianza los rincones de las casas, las calles y los negocios que pueblan sus cuentos. Pero los finales, no sé..., llegan de la misma forma que los finales de las comedias del Show del Mediodía. Así tan obvios…