7/1/10

Don Papo, toda una vida entre historietas


Yaniris López

Santo Domingo.- La historia transcurre antes, durante y después de la Revolución de Abril de 1965. Aurelio de León, don Papo, abandonó el colmadito que tenía en Ciudad Nueva y abrió un puesto de revistas en un zaguán de la esquina El Conde con Santomé en 1963, luego del golpe de estado al presidente Juan Bosch. Los niños, sobre todo, se apiñaban para comprar y cambiar paquitos que han hecho historia, y los adultos para comprar y cambiar Vanidades, Cosmopolitan, Amigo del Hogar y la local revista Ahora.
Oriundo de San Francisco de Macorís, cuando estalló la Guerra Civil volvió a su tierra cibaeña y cerró con llaves el puesto de revistas. Como no se acostumbró, volvió a los 19 días. Pero las revistas ya no estaban. Su pequeño zaguán, donde funcionaba una oficina de profesores, había desaparecido. La explicación de don Papo es muy lógica.
"En el lugar funcionaba un comando (constitucionalista) y ellos (los combatientes) encontraron las revistas y los paquitos y los tomaron. Imagínate, no había televisión, no había cine, había toque de queda. No había luz. Nada más les quedaba eso, pero la lectura es cultura”, explica, como excusándolos.
Y don Papo tuvo que empezar de nuevo. De revistas y paquitos le suplía y le sigue supliendo la librería Amengual, que para entonces funcionaba también en la calle El Conde. Un pariente le dio 20 pesos (para que no se le ocurriera volver al campo, “a perderse”) y con ese dinero se fue a la librería y compró tanta mercancía que debió transportarla en una carretilla. Se instaló en otro local de la misma calle, en el número 460, bajo las escaleras de un edificio ubicado entre las calles Santomé y Espaillat. De eso hace ya 44 años y el espacio, diminuto, estrecho, que no alcanza los dos metros de ancho, sigue ahí, como si el tiempo se hubiese detenido, apretujando en sus paredes miles de revistas, libros e historietas que ya forman parte de la historia de la Zona Colonial.

Perseverancia
Por lo que cuenta don Papo, podría decirse que el estallido de la Revolución de 1965 benefició hasta cierto punto la publicación de revistas y paquitos y tras su cortina se formó una generación de ávidos e inteligentes lectores.
“La Revolución estaba en sus buenas, tenía 22 días de haber empezado. Cuando surtí la tienda con los 20 pesos que te digo, se vendió todo ese día, porque no había nada, cuando hay toque de queda desde las 6:00 de la mañana, tú leías los paquitos con vela, porque no había luz ni nada”, indica don Papo.
Al margen de la guerra, es bien sabido que las historietas definirieron en gran parte de América Latina una época de lectura fantástica en la que Archi, los personajes de Walt Disney y las Leyendas de América, Tarzán y los superhéroes como Superman y el Hombre Araña hicieron suspirar y emocionar a más de uno.
Y al llegar los 70 y 80, cientos de niños y jóvenes aprendieron historia y geografía con Kalimán, Memín, Samurai, Fuego, Águila Solitaria y muchos otros relatos. Coleccionar estos paquitos era un ritual, una norma, un estilo de vida. Nuevos costaban 5 cheles y cambiarlos dos o tres, pero una vez usados don Papo los cambiaba a dos por 5 cheles. Al bajo costo de los ejemplares contribuía la proliferación de editoriales en México, de donde provenían casi todos.
“Lo primero que empezó a llegar para la Revolución fue la revista ‘Life’. Yo tenía uno de los pocos puestos de revistas, nos avisaron de la librería, traje dos paquetes y nada más duraron un ratico”, sigue don Papo. Costaba 30 centavos”.

Todo público
Las damas eran, también, grandes consumidoras de las revistas de don Papo. Las páginas eróticas de Deseo, las heroínas románticas de Bianca o Jazmín, las novelas inéditas de Corín Tellado incluidas en la revista Vanidades o las ilustradas Yesenia y Rubí inspiraban a los corazones femeninos, que se enamoraban de los protagonistas y cultivaban de esta forma el gusto por la lectura.
“Aquí venía Charityn Goico y se tiraba en el piso a buscar paquitos”, recuerda don Papo, casado y con tres hijos.
En el casi “imperceptible” lugar, las revistas y novelitas siguen llegando. Los paquitos de antaño son más difíciles de ver pero puede que aparezcan algunos. Si desea rememorar sus viejas lecturas, o iniciarse en ellas, ahí está el callejón de don Papo, que abre tempranito en las mañanas, envuelto en el mítico ambiente de la calle peatonal.

Sobreviviente
Don Papo es el único que mantiene bien surtido un puesto de revistas en la Zona Colonial, donde además vende periódicos, calcomanías, chucherías y libros clásicos de esos que les ponen a leer a los estudiantes. Y pese a lo poco rentable que pudiera parecer un negocio de este tipo, a don Papo le ha significado una vida llena de grandes satisfacciones. “Mucho mejor que el viejo colmado”, dice.
“No tengo que trasnocharme y era muy sacrificado”. Su trabajo y perseverancia fueron reconocidos en la pasada Feria Internacional del Libro Santo Domingo 2009, una actividad en la que su cara es bien conocida en el espacio reservado a las historietas.
Aunque ya no tanto “porque en Internet lees todo”, don Papo asegura que la gente sigue leyendo e intercambiando novelistas y revistas, sobre todo los lunes, que llega mercancía nueva y el pequeño local se abarrota de lectores. Él deja que las personas entren y busquen títulos específicos porque en esa parte no es bueno.
“No los sé ninguno. Los conozco por la colección, pero la gente entra y rebusca las que quiera en particular”, se ríe.
Una de sus antiguas y más fieles clientas, doña Beatriz Olivares, estará encantada de saber que el local sigue ahí, abierto a nuevos y viejos lectores.

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Publicado en Ventana
Listín Diario, el 2 de enero de 2010

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